Una antología "in progress" con poemas de todo el mundo y todas las épocas. Por Martín Monreal. Contacto: martobaldo@gmail.com
25.6.08
Santa Bovary y Madame Antonio
Leyendo "Flaubert and Madame Bovary", de Francis Steegmuler, me doy cuenta de lo siguiente:
Ya había oido decir que cuando Flaubert leyó el manuscrito de la primera versión de La Tentación de San Antonio sus amigos simplemente le dijeron que lo echara al fuego y se olvidara del libro. Siempre me había parecido un exabrupto proferido por un par de desaforados, impermeables contra todo aviso de genialidad artística, y ansiosos por salir a tomar algo y reventar las calles de Rouen.
Parece que no fue así. Tanto Maxime du Camp como Louis Bouilhet hicieron lo que creyeron mejor para su amigo pero, más importante, con argumentos sensatos. El romanticismo exagerado del corso de figuras que desfilaban delante del santo convertían al libro en un mecanismo inmóvil. Fue Louis Bouilhet quien le recordó a Flaubert la anécdota de una mujer del lugar, casada con un mediocre estudiante de medicina (el papá de Flaubert había sido profesor suyo), que había buscado refugio de su aburrimiento en el encuentro con numerosos amantes. Murió joven, enferma. Su marido, después de enterarse de todo, se quitó la vida.
A Flaubert le pareció una idea horrorosa, abominable por lo bajo de las situaciones, lo poco atractivo del escenario. ¿Qué tenía él que ver con toda esa miseria atraída a su vida por un par de burgueses a causa de su propia mediocridad? Jamás lo haría.
Sin embargo, después de intentar escribir el relato de una mujer que quiere acostarse con un Dios, de bocetar una nueva versión del Don Juan, y de ver que no podía avanzar con ninguno, se sometió a lo que parecía ser su destino. El experimento (que le llevó cinco años concluir) funcionó en parte por lo siguiente: Flaubert logró hacer que todo su lirismo y toda la sensualidad de su prosa (que en San Antonio desbordaba el pequeño marco de su historia) fuese por debajo del tema, por así decirlo, inyectándole vitalidad a los paisajes y las personas entre las que transcurría su vida, y que en manos de otro escritor hubiese resultado meramente una anotación de anécdotas contemporáneas.
A veces la disciplina de un escritor llega en formas inesperadas: Beckett comentó que escribir en francés le resultó benéfico porque su vocabulario era más limitado que cuando escribía en inglés; las novelas más importantes de Nabokov son, probablemente, las que escribió en su exilio americano; Shakespeare escribió porque necesitaba algo nuevo para presentar en su teatro. Flaubert, sin sus amigos, quizá no hubiese sido del todo Flaubert. Pero lo que es seguro es que Emma, sin el desdén que su autor sentía por el mundo que describía, no hubiese sido nunca Madame Bovary.
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1 comentario:
Good stuff here. 1st time poster, but long time reader --- keep up the great work!
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