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12.7.08

Kafka Entre los Perros


Quizá le causaría a Kafka mucha gracia la noticia de que un grupo de sus manuscritos inéditos haya sido encontrado en una casa poblada por perros y gatos, en Tel Aviv. Quizá entre estos bichitos se encontrara algún descendiente del protagonista de su cuento "Investigaciones de un Perro", para quien la pregunta esencial de la existencia era: "¿Por cuánto tiempo podré resistir el hecho de que el mundo de los perros está condenado al silencio y siempre lo estará?" (Leer la noticia)

9.7.08

Acerca de "Un Largo Camino: Memorias de un Niño Soldado" de Ishmael Beah

La guerra civil en Sierra Leona (1991-2002) dejó decenas de miles de personas muertas y forzó a un tercio de la población total del país a abandonar sus hogares. Aunque una de las causas principales del conflicto fue el control del comercio de diamantes, hacia 1998 Sierra Leona ocupaba el último puesto en el ránking de los países más pobres del mundo. (Seguir leyendo...)

25.6.08

Santa Bovary y Madame Antonio

Leyendo "Flaubert and Madame Bovary", de Francis Steegmuler, me doy cuenta de lo siguiente: Ya había oido decir que cuando Flaubert leyó el manuscrito de la primera versión de La Tentación de San Antonio sus amigos simplemente le dijeron que lo echara al fuego y se olvidara del libro. Siempre me había parecido un exabrupto proferido por un par de desaforados, impermeables contra todo aviso de genialidad artística, y ansiosos por salir a tomar algo y reventar las calles de Rouen. Parece que no fue así. Tanto Maxime du Camp como Louis Bouilhet hicieron lo que creyeron mejor para su amigo pero, más importante, con argumentos sensatos. El romanticismo exagerado del corso de figuras que desfilaban delante del santo convertían al libro en un mecanismo inmóvil. Fue Louis Bouilhet quien le recordó a Flaubert la anécdota de una mujer del lugar, casada con un mediocre estudiante de medicina (el papá de Flaubert había sido profesor suyo), que había buscado refugio de su aburrimiento en el encuentro con numerosos amantes. Murió joven, enferma. Su marido, después de enterarse de todo, se quitó la vida. A Flaubert le pareció una idea horrorosa, abominable por lo bajo de las situaciones, lo poco atractivo del escenario. ¿Qué tenía él que ver con toda esa miseria atraída a su vida por un par de burgueses a causa de su propia mediocridad? Jamás lo haría. Sin embargo, después de intentar escribir el relato de una mujer que quiere acostarse con un Dios, de bocetar una nueva versión del Don Juan, y de ver que no podía avanzar con ninguno, se sometió a lo que parecía ser su destino. El experimento (que le llevó cinco años concluir) funcionó en parte por lo siguiente: Flaubert logró hacer que todo su lirismo y toda la sensualidad de su prosa (que en San Antonio desbordaba el pequeño marco de su historia) fuese por debajo del tema, por así decirlo, inyectándole vitalidad a los paisajes y las personas entre las que transcurría su vida, y que en manos de otro escritor hubiese resultado meramente una anotación de anécdotas contemporáneas. A veces la disciplina de un escritor llega en formas inesperadas: Beckett comentó que escribir en francés le resultó benéfico porque su vocabulario era más limitado que cuando escribía en inglés; las novelas más importantes de Nabokov son, probablemente, las que escribió en su exilio americano; Shakespeare escribió porque necesitaba algo nuevo para presentar en su teatro. Flaubert, sin sus amigos, quizá no hubiese sido del todo Flaubert. Pero lo que es seguro es que Emma, sin el desdén que su autor sentía por el mundo que describía, no hubiese sido nunca Madame Bovary.

La Verdad Sobre los Unicornios


En el siglo V antes de Cristo, el historiador griego Ctesias, describiendo la India (región en la cual probablemente nunca haya puesto sus pies), anota la existencia de “asnos silvestres, de pies ligeros, que en su cabeza llevan un cuerno de un cúbito y medio de largo, de color blanco, rojo y negro”. Y agrega el siguiente dato: “con dicho cuerno se fabrican copas que previenen el envenenamiento”.

Daniel presenció en sueños la siguiente escena (Cap.8. Ver.5): “Un macho cabrío galopaba del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, pero sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos. Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra él con la furia de su fuerza. Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder”. Por supuesto, el arcángel Gabriel tuvo que explicarle el significado de este breve combate: el animal de dos cuernos representa a los reyes medos y persas; el de uno, al rey griego que los destronaría. Por supuesto este rey sería Alejandro Magno. En todo caso esta visión sienta precedente de la asociación entre los unicornios y los sueños.

Por otro lado Aristóteles menciona una especie de antílope con un solo cuerno y Julio Cesar habla de un buey, “pero parecido al ciervo”, también con un único cuerno, “más alto y recto que los de los animales que conocemos”, que habita en los bosques de Germania. Pocos años después, Plinio describiría al “buey indio” como “una bestia feroz, con el cuerpo precido a un caballo, la cabeza de un ciervo, las patas de un elefante, el rabo de un jabalí, una voz profunda y un solo cuerno, de dos cúbitos de largo, saliéndole de la mitad de la frente. No puede ser capturado vivo”.

Claudio Eliano (siglo III D.C.) también certifica la existencia del “monoceros”, de un solo cuerno espiralado, que vive solo y al cual nadie jamás pudo atrapar. En el Physiologus, un manuscrito anónimo de la misma época, se dice que el unicornio es “un animal pequeño, como un niño, pero en extremo feroz, con barba y pezuñas de cabra”; y agrega que sólo se deja capturar por una muchacha virgen.

Durante el medioevo su figura (mezcla de cabra y de caballo) adorna pinturas y tapices, sus apariciones literarias son frecuentes y, a juzgar por el testimonio de Marco Polo, no cabe duda de su existencia. En el siglo XVII el lógico y matemático Leibniz (que creía que el mundo en el que vivimos es el mejor posible que Dios pudo haber creado), en la sección 35 de su Protogaea, asegura que en Abisinia se encuentra un “cuadrúpedo unicornio del tamaño de un caballo”, y que “el esqueleto encontrado en la vecindad de Quedlinburg, cerca del Monte Zeunikenberg, en el año 63 de este siglo” pertenece a una de estas bestias. Lo más probable es que los huesos hayan sido mal ubicados en la reconstrucción del esqueleto, cualquiera sea el animal que fuese, pero cabe la posibilidad de que se tratara de algo diferente.

Entra el Elasmotherium. Según los cálculos, este antepasado del rinoceronte mediría dos metros de altura y seis de largo, pesaría unas cinco toneladas y sonreiría bajo un único cuerno de casi dos metros de longitud, apoyado en mitad de su cabeza. Pero la diferencia más notable con el rinoceronte actual, residía en la forma de sus patas, que eran bastante más largas, y que estaban diseñadas para galopar, prestándol, en última instancia, cierto parecido con el caballo. Se estima que el último de esta especie vivió en lo que hoy es el sur de Rusia y Ucrania hace unos 10.000 años. No tanto, si lo pensamos.

Ibn Fadlan, el embajador árabe que, en el año 921 hizo el trayecto de Bagdad a Bulgaria, escribió: “Hay aquí cerca una amplia estepa, y allí habita, se dice, un animal más pequeño que un camello, pero más alto que un toro... En el medio de su frente tiene un cuerno, grueso y redondeado, y a medida que el el cuerno sube se hace más delgado hasta parecerse a la punta de una lanza”. Se alimenta de hojas, y cuando ve un jinete lo ataca, lo voltea y lo atraviesa con su cuerno hasta matarlo. Pero no hiere ni ataca al caballo, asegura Ibn Fadlan Puede ser cazado con flechas venenosas, “y de hecho he visto tres grandes recipientes que el rey tiene, en forma de concha marina, y él mismo me dijo que estaban hechos con el cuerno del animal”.

En el transcurso de su viaje por la Patagonia en los años ’60, Bruce Chatwin conoció al Padre Palacios, Doctor en Teología, Antropología y Arqueología, que se quejaba de la ignorancia de los paleontólogos expertos que venían de Buenos Aires a realizar excavaciones. “Ninguno desenterró todavía los huesos del unicornio”. Asegura tener fotos de sus huesos, menciona dos pinturas rupestres que lo retratan en las piedras del Lago Posadas, y explica que el unicornio patagónico fue cazado hasta la extinción hace unos seis mil años atrás. La fecha curiosamente se acerca a la del Elasmotherium.

Es probable que parte de la leyenda del unicornio tenga su origen en la mitología de los pueblos cazadores de Europa y que, a lo largo de los siglos, se haya combinado con otros relatos y tradiciones; es, en cierta forma, la encarnación de una acción ideal: la pura, eternamente renovada e inevitable acción de cazar, sin causa ni desenlace posible. La bestia infinitamente huyendo, los cazadores infinitamente buscando. Es posible que algunos relatos que tienen al Elasmotherium como protagonista hayan sobrevivido y se hayan transformado con el tiempo, buscando reencarnar bajo formas más familiares como la del toro, el ciervo o el caballo. ¿No se podría trazar, por ejemplo, cierta similitud con las actuales corridas de toros y con el torero, al que las mujeres tiran flores al matar a la bestia?

T.H.White, en una nota al pie de su traducción de The Bestiary: A Book of Beasts, sugiere que la idea del unicornio surgió de las historias que los viajeros traían acerca del rinoceronte, cuyo cuerno era preciado en Asia como afrodisíaco. El cazador, la virgen, la bestia cuyo cuerno es afrodisíaco y antídoto contra venenos. Estos son los elementos constantes en juego. El Unicornio, es a la vez que la pura representación de aquello que escapa, un símbolo sexual: el cazador sólo puede atraparlo en el regazo de una doncella, de una virgen.

¿Pero se trata solamente de un símbolo? Quizá el encuentro más famoso con los unicornios fue el de Marco Polo: “Son mucho más pequeños que los elefantes”, escribe. “Los unicornios se parecen a los búfalos en el pelaje, mientras que sus patas recuerdan a la de los elefantes. Tienen un cuerno en medio de la frente, grande y negro. Pero como arma ofensiva no utilizan ese cuerno, sino tan solo la lengua y las rodillas. En efecto tienen en la lengua espinas largas y aguadas; de ahí que cuando quieren atacar, aplastan y estrujan a la víctima con las rodillas y luego la hieren con la lengua. Tienen la cabeza como los jabalíes y la llevan inclinada; les gusta permanecer en el fango y en el barro. Son animales de aspecto muy desagradable y no se parecen en nada a las descripciones que de ellos hacíamos: en efecto, según una creencia muy extendida entre nosotros, los unicornios se dejaban prender por las vírgenes. Es justamente todo lo contrario”.

Dejemos en claro lo siguiente: lo que Polo vio aquel día ochocientos años atrás en el Reino de Basmán no fue un rinoceronte, como suele explicarse, sino un unicornio. Marco Polo no duda en su relato: “el unicornio es distinto a la idea que teníamos de él”, pensó, “pero es un unicornio”. La descripción de un rinoceronte hubiese hecho sonreir a sus amigos venecianos, que hubiesen pensado que, por supuesto, tales bestias no existen.

Nota: Silvio Rodríguez perdió un unicornio, lo cual resulta más bien irresponsable de su parte, dada la escasez. De hecho más de una vez oí decir a alguien que lo que más le gustaría en la vida, si los sueños se cumpliesen, sería encontrar un unicornio. Pero hay grandes posibilidades de que estos bichos no se ajusten del todo a las expectativas de los más románticos, como atestigua este fragmento de Lewis Carroll que traduzco a continuación:

En ese momento el Unicornio pasaba sin apuro junto a ellos, con las manos en los bolsillos (...) y estaba a punto de seguir, cuando su ojo se posó casualmente en Alicia: se volvió con cierta urgencia, y estuvo un tiempo observándola con un aire del más profundo disgusto.
“¿Qué — es — esto?”, preguntó finalmente.
“¡Esto es una niña!” respondió Haigha entusiasmado, ubicándose frente a Alicia para presentarla, y alargando ambas manos hacia ella al estilo anglosajón. “La encontramos hoy. ¡Es verdaderamente enorme y doblemente natural!”
“¡Siempre he pensado que eran monstruos fabulosos!”, dijo el Unicornio. “¿Está viva?”
“Puede hablar”, dijo Haigha con solemnidad.
El Unicornio miró encantado a Alicia, y le dijo: “¡Habla, niña!”
Alicia no pudo evitar que sus labios se curvaran en una sonrisa al comenzar: “¡Sabes, yo también siempre pensé que los unicornios eran monstruos fabulosos!¡Nunca antes había visto uno!”
“Bien, y ahora que sí nos hemos visto”, dijo el Unicornio, “si tú crees en mí, yo creeré en tí. ¿Estamos de acuerdo?”
“Sí, como quieras”, dijo Alicia.

(Lewis Carroll; A Través del Espejo. Ilustración de John Tenniel)

Si te interesa leer mi nueva traducción de Alicia en el País de las Maravillas, se puede conseguir en versión digital en Amazon.com

29.5.08

Fellini: Sus Dibujos en el Guggenheim

FELLINI: LA VIDA EN PAPEL
© Martín Monreal

Nota: Este artículo fue escrito a fines del 2003 con motivo de la exposición de caricaturas de Fellini en el Museo Guggenheim de Nueva York; sin embargo creo que contiene información relevante sobre esta faceta poco conocida del gran director italiano.

Hasta el 14 de enero del 2004, y en conmemoración al décimo aniversario de su muerte, el museo Solomon Guggenheim de Nueva York tendrá en exibición varios de los dibujos y caricaturas que el genial director italiano realizó a lo largo de su vida. Los más antiguos datan de la década del treinta — cuando Fellini todavía cursaba el secundario —, los más recientes de la producción de “Y la Nave Va”. La exposición (llamada simplemente “Fellini!”) cuenta además con una retrospectiva de todas sus peliculas — incluyendo cortos, comerciales de tv y hasta escenas que quedaron afuera de “La Dolce Vita” y “Ginger y Fred”, descubiertas con puntualidad para este show. Pero el viaje propuesto esta vez es otro; es un intento por captar ese proceso siempre anterior a las cámaras y apenas posterior al momento en que las ideas empiezan a tomar forma.

Los dibujos son de trazos rápidos, descuidados, varios de ellos hechos directamente con marcadores y sin colorear. Para el mero turista de museo no pasa de ser una curiosidad, en un edificio amueblado con obras maestras (un piso abajo están los cuadros de Picasso, Van Gogh y Kandinsky, entre otros). Pero para los que llevan las imagenes de sus peliculas en la mente, “Fellini!” es como entrar en un mundo más íntimo y constante.

Salvo aquellos que retratan sus pesadillas eróticas (la serie en la que él mismo aparece escalando cuerpos, o asfixiado entre los pechos, de mujeres gigantes) en general los dibujos tienen un propósito funcional. Durante el proceso de preparación de un film Fellini generaba diseños, bocetos y figuras que le servían para visualizar y clarificar una escenografía, una situación, un personaje, un atuendo, una atmósfera. Ya que el uso de “story-boards” no era su costumbre —como es el caso de la mayoría de los directores— este material “casual” (a veces esbozados en una servilleta, en una postal, en el dorso de un sobre) servía para orientar a sus colaboradores en la producción de una película. Sin embargo este trabajo nunca era desarrollado sistematicamente como algo indispensable. Se trataba más bien de un ejercicio inevitable o, en sus propias palabras, del “habito mental de dar inmediatamente una materializacion visual a una emocion, a una imagen pasajera”.

El “Corriere dei Piccoli” —la revista infantil en donde el pequeño Fellini seguía las historias de “Felix el Gato” y de “Boob Mc Nutt”—, las tiras semanales de Flash Gordon y los libros de Emilio Salgari y Alejandro Dumas están en el origen de su interés por la manera en que se articulan narración e imagen. En el prólogo que escribió para el libro “History of Comics”, de James Steranko, Fellini expresa su predilección por la historia sin fin, siempre renovada, de los personajes de historieta; donde a nadie le importa si las cosas que ocurren son contradictorias, paradójicas o inexplicables. “Lo único que mata es el aburrimiento. Y el aburrimiento, por suerte, es algo que está vedado en las historietas” (este artículo y muchos otros escritos por Fellini, están recogidos en el libro “Fellini por Fellini”, Ed. Fundamentos).

Junto a los historietistas norteamericanos, uno de los caricaturistas que más influenciaron en Fellini fue Italo Roberti. Roberti, además, era un violinista que durante el verano tocaba en el Grand Hotel y el Casino de Rimini (la ciudad natal de Fellini) así como en la orquesta del cine Fulgor que, antes del advenimiento del sonido, acompañaba en vivo la acción de la película. A través de él Fellini emepezó a hacer caricaturas de actores y actrices para el dueño del Fulgor, que lo dejaba entrar a cuantas funciones quisiese. Casi imperceptiblemente el camino de las historietas se fue cruzando con el del que sería su medio de expresión definitivo: el cine.

A los dieciocho años Fellini fue a probar suerte a Roma. Su primera impresión fue de una gigantesca rudeza y vulgaridad. “Pero esta vulgaridad es parte del caracter de roma,” dice Fellini en una de sus conversaciones con Constanzo Constantini (“Conversaciones con Fellini”, Ed. Gedisa). “Es la vulgaridad del “Satricón” de Petronio. Es una especie de liberacion, una victoria sobre el miedo al mal gusto, sobre lo que se considera apropiado. La vulgaridad es un enriquecimiento.” Muy pronto Fellini sintió que estaba en casa. Allí empieza a escribir y hacer dibujos y para el semanario “Marc’ Aurelio”. También escribe para una radio, donde conoce a Giulietta Masina, la actriz principal de varias de sus películas y su esposa de toda la vida.

Durante la ocupacion alemana de Roma –septiembre del ‘43 a junio del ‘44— las cosas se pusieron difíciles. Sin embargo Fellini se las arreglo para hacer algún trabajo. Ya había comenzado a colaborar en la escritura de algunos guiones de cortos y largometrajes; pero casi cotidianamente Fellini se paseaba por los restaurantes preguntando a los clientes si querian ser retratados. El problema mayor era que estaba eludiendo el servicio militar y lo andaban buscando, por lo cual debía moverse con sumo cuidado.

“Nada es mas triste que la risa”,—escribe en otro breve prólogo, esta vez al libro “Henri de Toulouse-Loutrec”, (Fratelli Fabri, Milán 1971)— “nada más hermoso, más magnífico, más consolador y enriquecedor que el terror de la más profunda desesperación. Creo que todo hombre es un prisionero de ese miedo terrible por el cual toda prosperidad esta condenada al fracaso; pero a la vez conserva, incluso en los momentos de más profunda desolación, esa libertad esperanzada que le permite sonreir en situaciones totalmende desesperadas. Por eso la intención del verdadero escritor de comedia no es sólo entretenernos, sino intencionalmente abrir nuestras cicatrices más dolorosas, para que las sintamos lo más fuertemente posible. No hay ningún poeta trágico — pienso en Eurípides, en Goethe, en Dante — que no sepa cómo mantener cierta distancia irónica, incluso de su más terrible sufrimiento”.

Pero en junio del ‘44 todo cambió. Junto con otros amigos de “Marc’ Aurelio” Fellini abrió un estudio para hacer caricaturas de los soldados aliados. Dibujaban escenas de la Roma antigua, dejando un espacio en blanco para la cabeza o el perfil del cliente. Según él mismo contó después, nunca habían visto tanto dinero en su vida. Depués vinieron las colaboraciones con Rosellini, las películas codirigidas y finalmente “El Sheik Blanco”, la primer producción que dirigió solo. A partir de ahí el celuloide tomó el lugar del papel para su pluma y el resto es historia conocida. El cine de Fellini se ha convertido en un símbolo del movimiento de reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial.

Y sin embargo, basta ver las fotografías expuestas de los actores secundarios de sus películas, para darse cuenta de que Fellini nunca abandonó del todo la visión del caricaturista. O detenerse ante el dibujo más llamativo de la exposición: el autoretrato que lo muestra como un titiritero, manejando con hilos a Giullieta Masina y Marcello Matroianni, vestidos de Ginger y Fred. Entonces sentimos que Fellini cumple con lo que, en sus palabras, es la definición de un artista: “una mezcla de mago y conjurador, de profeta y payaso, de vendedor ambulante y predicador”.